Tradicionalmente, los pasos previos a la suscripción de un seguro de vida consistían en la recopilación de datos del cliente, especialmente sobre su salud y su estilo de vida, la realización de exámenes médicos, en función de la edad y la suma asegurada, la evaluación actuarial del riesgo y, finalmente, el cálculo de la prima y las condiciones de la póliza. Todo ello deviene en un trámite que, a veces, puede resultar costoso y prolongarse durante semanas, lo cual puede generar tensiones con clientes que buscan mayor agilidad.
En el ámbito del análisis predictivo, la IA aporta posibilidades verdaderamente sorprendentes. Mediante algoritmos de machine learning, alimentados con millones de datos, puede predecir las probabilidades de mortalidad con mayor precisión que las técnicas actuariales tradicionales. Puede utilizar dispositivos wearables que obtienen información real sobre el estilo de vida de del asegurado y permite, entre otras posibilidades, simular distintos escenarios y determinar cómo afectarán a la aseguradora determinados cambios en los hábitos de los asegurados. Con todo este conocimiento que proporciona la IA, las entidades pueden realizar una segmentación de riesgos más precisa, lo que se traduce, también, en productos y precios más ajustados a la realidad de cada cliente.
La IA también tiene aplicaciones en el ámbito normativo, especialmente en el cumplimiento de las leyes de protección de datos, minimizando riesgos de filtraciones; en la detección de posibles fraudes a través de algoritmos que analizan patrones de respuestas poco fiables o anomalías en documentos médicos, etc.
No obstante, la IA también presenta algunos riesgos que las aseguradoras deben vigilar. Desde el punto de vista tecnológico, existe el riesgo de que se produzcan sesgos algorítmicos, lo que significa que, si los datos que alimentan el algoritmo están sesgados, las conclusiones de la IA pueden resultar inconsistentes e injustas. Por otro lado, puede haber un rechazo por parte de algunos clientes que prefieren la interacción personal y desconfían de los procesos totalmente digitalizados. Además, al tratarse de una tecnología en pleno desarrollo, la regulación puede ir cambiando con rapidez.
Ante este panorama, los profesionales de la comercialización de seguros se enfrentan también a algunos desafíos. En primer lugar, tendrán que recibir la capacitación necesaria para operar con estas nuevas herramientas. En segundo lugar, deberán cambiar su forma de trabajar; con la automatización de procesos, su labor se centrará más en las tareas de asesoramiento que en los trámites administrativos y tendrá que potenciar aspectos como la cercanía y la empatía.


