Buena parte de los consumidores perciben el seguro de vida exclusivamente como una cobertura que garantiza una indemnización económica en caso de fallecimiento del asegurado. Sin embargo, se trata de un producto mucho más versátil, que ofrece distintas posibilidades tanto de protección como de ahorro, inversión y planificación patrimonial. Se trata, por tanto, de un seguro que puede cumplir un doble papel.
Esta dualidad convierte al seguro de vida en un instrumento ideal tanto para garantizar la seguridad financiera de las familias de forma inmediata como para elaborar un plan financiero a largo plazo que asegure la constitución progresiva de un patrimonio.
Abordemos primero su función como herramienta de protección. Tradicionalmente, el seguro de vida ha tenido como misión principal garantizar el bienestar de los familiares del asegurado en caso de que este falleciera o se viera en situación de invalidez. Ante una situación de este tipo, la compañía de seguros paga a los beneficiarios la suma asegurada establecida en la póliza, lo cual constituye un escudo económico frente a posibles deudas o compromisos financieros que tuvieran que asumir una vez que carecen de los ingresos recurrentes que aportaba el asegurado. Este seguro puede marcar la clave para que esa familia pueda mantener su nivel de vida cuando pierde una de sus principales fuentes de ingresos o tiene que enfrentarse a una situación de dependencia que ocasiona importantes gastos en cuidados y atención sanitaria.
Un seguro de vida adecuado es aquel que permite a los beneficiarios hacer frente al pago de préstamos e hipotecas, abonar los gastos derivados de un funeral, los trámites sucesorios, el pago de impuestos, sustituir los ingresos futuros perdidos (al menos durante un tiempo) e, incluso, anticipar el coste de los estudios superiores de los hijos. Se trata, en definitiva, de que un suceso imprevisto ponga en peligro el bienestar económico de la familia.
Este tipo de seguro, conocido como seguro de vida riesgo, constituye no solo un instrumento de protección financiera, sino que aporta al cliente una gran dosis de tranquilidad emocional, de manera que puede tomar decisiones profesionales o empresariales sin cargar con el peso de las repercusiones que tales decisiones podrían conllevar en caso de ocurrir una fatalidad.
La segunda función que puede desempeñar el seguro de vida es la de ser un instrumento de ahorro e inversión a largo plazo que, incluso, puede tener algún beneficio fiscal. Conviene aclarar que, además, este tipo de productos tienen también un componente de protección, aunque no es su finalidad principal.
Aunque existen muchas modalidades de seguros de vida ahorro, se puede afirmar que la característica principal de estos productos es que son ideales para planificar el ahorro a largo plazo, ya que permite tanto ahorrar de forma periódica como a través de un solo pago, lo que se conoce como prima única.
Dependiendo del perfil de cada cliente, la inversión canalizada a través de un seguro de vida puede dirigirse hacia activos de distinto nivel de riesgo. Así, quienes prefieran una inversión menos arriesgada, pueden contratar un seguro que cubra una rentabilidad garantizada. No obstante, existen otras modalidades que permiten que la rentabilidad del ahorro se vincule a la evolución de determinados índices o mercados. Una opción con mayor nivel de riesgo, pues se expone a la volatilidad de los mercados, pero con una expectativa de rentabilidad a largo plazo más elevada.
A la hora de elegir la modalidad más adecuada para cada uno, conviene considerar, sobre todo, el horizonte temporal. Así, las necesidades de un cliente de 30 años que prevé seguir ahorrando durante toda su vida activa son muy diferentes a las de otro que supera los 60 años y que espera disfrutar de los rendimientos de su inversión en pocos años.
En el primer caso, al tratarse de un horizonte temporal muy alejado en el tiempo, la inversión de su ahorro puede tener un porcentaje elevado de activos de riesgo, como puede ser la renta variable, puesto que la duración de la inversión permite minimizar los efectos de la volatilidad. Sin embargo, en el supuesto de una persona mayor de 60 años, con un horizonte más próximo, es más aconsejable dirigir el ahorro hacia activos menos volátiles, como puede ser la renta fija.
Estas particularidades son las que han hecho que el seguro de vida, desde siempre, haya sido el elegido por ahorradores de muy distintos países para planificar el ahorro para la jubilación, ya sea como única fuente de ingresos una vez se abandona la vida laboral activa o como complemento a una pensión pública.


